martes, 10 de diciembre de 2019

Poema Año Nuevo

Rubén Darío

Año nuevo

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AÑO NUEVO

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A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco
y el Arquero.

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viernes, 22 de noviembre de 2019

EN QUE PIENSAS AMOR MIO


Dime: cuando en la noche taciturna,

la frente escondes en tu mano blanca,

y oyes la triste voz de la nocturna

brisa que el polen de la flor arranca;


Cuando se fijan tus brillantes ojos

en la plomiza clámide del cielo...

y mustia asoma entre tus labios rojos

una sonrisa fría como el hielo;


Cuando en el marco gris de tu ventana

lánguida apoyas tu cabeza rubia...

y miras con tristeza en la cercana

calle, rodar las gotas de la lluvia;


dime: cuando en la noche te despiertas

y hundes el codo en la almohada y lloras...

y abres entre las sombras las inciertas

pupilas como el sol abrasadoras;


¿en qué piensas? ¿en qué? ¡pobre ángel mío!

Piensas en nuestro amor despedazado ya,

como el junco al ímpetu bravío

del torrente que salta desbordado?


¿Piensas tal vez en las azules tardes

en que a la luz de tu mirada ardiente,

mis ojos indecisos y cobardes

posáronse en el mármol de tu frente?


¿O piensas en la hojosa enredadera

bajo la cual un tiempo te veía

peinar tu ensortijada cabellera,

al abrirse los párpados del día?


¡Quién sabe!... no lo sé, pero imagino

que en esas horas de aparente calma,

percibes mucha sombra en tu camino,

¡sientes muchas tristezas en el alma!


Mas... otro amante extinguirá tu frío,

yo sé que tu pesar no será eterno;

mañana vivirás en pleno estío...

y yo, con mi dolor... ¡en pleno invierno!



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